Su filosofía gastronómica es sencilla: abastecerse conscientemente, cocinar con técnica y dejar que los resultados hablen por sí solos. Cada plato de la carta se ha perfeccionado cuidadosamente a través de conversaciones reales con los clientes. Los comentarios no sólo son bienvenidos, sino que son la base del funcionamiento de la cocina. El resultado es un enfoque refrescante de la comida: su menú, que defiende el sabor y la salud a través de elecciones intencionadas, está repleto de alimentos sencillos y familiares cocinados excepcionalmente bien.
Esta atención al detalle va acompañada de una gran pasión por su oficio. En Lobos, su compromiso con la buena comida va más allá del sabor: utilizan ingredientes locales cuidadosamente seleccionados y preparados a la perfección. Formar parte del creciente cambio hacia una alimentación más consciente y saludable es fundamental para su filosofía, pero nunca comprometen el sabor. El hecho de que todo sea casero y de que se utilicen técnicas como la parrilla de carbón ofrece un método de cocción más saludable, sin dejar de ofrecer sabores ricos y realmente excepcionales.
El corazón de la cocina
Después de hablar con el jefe de cocina, Diogo, aceptamos encantados su oferta de organizar nuestra comida, confiando en que nos traería una selección de los platos que mejor representan el corazón de la cocina. Nos sirvieron su famosa focaccia, con mermelada de calabaza y mantequilla de hierbas. La focaccia era suave y aireada con bordes crujientes, y aunque en un principio pensamos que la mermelada de calabaza era una salsa complementaria interesante, fue una combinación perfecta. También nos maridaron con deliciosos vinos de una bodega local para complementar nuestra comida.
Créditos: TPN; Autor: Laiana Farias;
Mientras hablaba con Diogo, le comenté casualmente que no me gustaba mucho el pescado. Diogo se lo tomó como un reto para hacerme cambiar de opinión. Nuestros primeros aperitivos fueron dos croquetas diferentes: una de costilla, cocinada a fuego lento durante 24 horas, y la segunda de rape y raya, cocinadas al estilo cataplana antes de deshuesarlas y formar delicados bocados. El resultado me sorprendió gratamente, ya que las croquetas de pescado estaban sabrosas y perfectamente cargadas de sabor. La versión de ternera era tierna, rica en sabor y con el toque justo de picante. Se convirtió rápidamente en mi favorita.
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A continuación, una ensalada César refinada, con lechuga baby crujiente, picatostes de focaccia casera, parmesano italiano curado durante 36 meses y bacon, todo ello aderezado con el aliño característico de Lobos.
Diogo nos explicó que la elección de los ingredientes se debe a su capacidad para retener mejor el aliño, lo que hace que el equilibrio de texturas y sabores sea perfecto. También tuvimos el placer de probar sus alitas de pollo ecológicas, asadas al carbón, una técnica que Diogo utiliza siempre que puede. El resultado fueron unas alitas con la carbonización justa, un sabor rico y ahumado, y un maridaje perfecto de salsa de búfalo casera picante y aderezo ranchero picante.
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Después de los fenomenales entrantes -que eran la mejor versión de ese plato que hemos probado- estábamos ansiosos por nuestros platos principales. Diogo nos sirvió la característica hamburguesa de ternera de Lobos y la pesca del día, un filete de lubina a la parrilla.
El pescado se servía con espárragos tiernos y una beurre blanc de limón casera, que aportaba la acidez justa. Junto a él venía su arroz africano, perfectamente esponjoso y fragante, con capas de especias, guisantes, pasas y tocino. Fue un delicioso acompañamiento para el tierno pescado.
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Memorable
La hamburguesa fue igualmente memorable. Con una hamburguesa de ternera a la parrilla, cebolla caramelizada, pepino encurtido y su salsa de tomate casera entre dos rebanadas de pan de brioche, cada bocado estaba perfectamente equilibrado. La hamburguesa se mantenía perfectamente unida, ofreciendo el bocado perfecto en cada mordisco. Venía acompañada de patatas fritas de triple cocción, sazonadas con una mezcla de especias que enriquecía aún más los sabores: crujientes por fuera y esponjosas por dentro, recubiertas de un condimento especiado que las elevaba mucho más allá de lo ordinario. Este plato confirmó lo que habían prometido los entrantes: comida bien pensada, llena de sabor y ejecutada de forma excelente.
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Por último, disfrutamos de su tarta de queso vasca quemada con pistachos como postre. No defraudó: su interior suave y cremoso contrastaba con los deliciosos bordes quemados, que resaltaban el delicioso sabor del pistacho. Se complementaba a la perfección con un vibrante sorbete de bayas rojas, ralladura de lima y deliciosos trocitos de chocolate blanco caramelizado. El maridaje fue exquisito, añadiendo textura y dulzor. La combinación era armoniosa, y cada elemento realzaba al siguiente en un final realmente exquisito.
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Lobos es el punto de encuentro entre el corazón y la hospitalidad, definido por el abastecimiento consciente, los sabores atrevidos equilibrados con la salud y un claro respeto por los ingredientes y la técnica de calidad. Cada plato nos impresionó por su esmero y ejecución. Lo que realmente distingue a Lobos, además de su excelente comida, es el toque personal. Diogo y John, el gerente, se acercan a menudo a los clientes, les piden su opinión y la trasladan a la cocina. Con unos precios justos y un ambiente cálido y acogedor, Lobos es más que un restaurante: es un fuerte sentido de comunidad unido a la excelencia culinaria.
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Lobos abre todos los días de 12.00 a 23.00, y sirve almuerzos y cenas.
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