Durante demasiado tiempo, esa conversación ha estado dominada por extremos políticos, especialmente propuestas basadas en una regulación estricta, controles de alquiler y precios administrativos. Ese no es el camino a seguir. Es hora de ser honestos: la crisis portuguesa de la vivienda no se resolverá con más normas, sino con una ejecución real, prioridades claras y un pragmatismo favorable al mercado.
El último programa de vivienda del Gobierno aporta algunas ideas prometedoras para una mayor oferta de viviendas, un IVA más bajo para la construcción y contratos de alquiler a largo plazo con condiciones estables. Estos objetivos son bienvenidos, y el mercado inmobiliario en general apoya la dirección. Pero el apoyo a las buenas ideas no equivale a un optimismo ciego. Hemos visto muchas promesas a lo largo de los años. El verdadero reto no es escribir planes. Es convertirlos en acción.
El principal problema de la vivienda en Portugal no es la falta de regulación. Es la falta de ejecución, previsibilidad y simplicidad. Construir casas lleva demasiado tiempo. Conseguir que se aprueben las licencias puede parecer una interminable carrera de obstáculos. Los impuestos y tasas consumen una parte masiva del precio final, imaginemos casi el 40% en algunos casos. Los inversores dudan, no porque no vean una oportunidad, sino porque el sistema juega en su contra en cada etapa.
Ahí es donde hay que centrarse, como he dicho tantas veces: en reducir la burocracia, simplificar los procesos y construir más rápido. La promesa de aplicar el tipo reducido del IVA del 6% a la construcción y la rehabilitación es un buen comienzo, pero debe aplicarse ahora, no dentro de otros cinco años. Si queremos precios más bajos para los compradores de vivienda y alquileres más asequibles, tenemos que reducir el coste de la construcción. Esto incluye no sólo el IVA, sino también impuestos excesivos como el AIMI (Adicional al Impuesto Municipal sobre Bienes Inmuebles), que penaliza la propiedad y añade presión a los ya elevados precios de la vivienda.
La propuesta de construcción de 59.000 viviendas de protección oficial también es una buena idea, pero debemos asegurarnos de que se lleve a cabo. Con demasiada frecuencia, los proyectos de vivienda pública se retrasan, se gestionan mal o se olvidan cuando cambian las prioridades. Necesitamos un plan coherente, profesional y responsable para construir viviendas a escala. Implicar a promotores privados a través de asociaciones público-privadas puede acelerar este proceso, siempre que estas asociaciones sean respetadas, justas y no se vean asfixiadas por la burocracia.
También es importante mirar al mercado del alquiler con realismo. Los contratos de alquiler estables y a largo plazo pueden ayudar tanto a los propietarios como a los inquilinos, pero esto sólo funciona si los contratos se respetan, los impuestos son justos y existe un marco jurídico que proteja los derechos de propiedad sin castigar a los propietarios. El control de alquileres o los límites artificiales de precios pueden sonar bien sobre el papel, pero en la práctica reducen la inversión, disminuyen la calidad de las propiedades y reducen la oferta de alquileres disponibles. Eso es lo contrario de lo que necesitamos.
Portugal también debe pensar más allá de Lisboa y Oporto. Las ciudades más pequeñas y las zonas rurales merecen verdaderas estrategias de vivienda, con incentivos para construir, modernizar y atraer residentes. Las herramientas digitales, la descentralización de los servicios y unas mejores conexiones de transporte pueden desbloquear estos mercados. No podemos resolver un problema nacional de vivienda centrándonos solo en dos ciudades.
En resumen, necesitamos un cambio de mentalidad. Menos ideología, más acción. Menos control, más construcción. Menos hablar, más cumplir. El sector inmobiliario está preparado para ser parte de la solución, pero necesita un gobierno que escuche, apoye y actúe con coherencia y pragmatismo.
No perdamos este momento. Con las decisiones correctas, Portugal puede convertirse en un país donde la vivienda no sea sólo un sueño, sino una realidad para las familias de todos los niveles de renta. Tenemos los conocimientos, el interés inversor y la capacidad profesional. Ahora necesitamos el coraje y la intención de construir más y de forma sostenible para alcanzar nuestros objetivos para nuestras próximas generaciones.